Es indignante que un niño, un joven, un adulto o un anciano tenga barreras para subir a su casa. ¿Os imagináis lo que sería llegar a vuestro edificio y encontraros con un muro de hormigón para entrar? Pues así es como se sienten cientos de españoles discapacitados que tienen problemas para acceder a sus viviendas diariamente.
Hace 11 años, una pareja joven que reside en el piso inferior al mío, tuvo un precioso niño que llegó al mundo con un problema en las extremidades inferiores. Tras muchas pruebas llegó el diagnóstico y el mazazo para los jóvenes padres: el pequeño jamás podría caminar. No me puedo imaginar el miedo que debieron sentir en ese momento sabiendo todo lo que se les venía encima.
Mientras el niño fue pequeño no hubo problemas de accesibilidad porque lo cargaban en brazos para subir el tramo de escaleras que llevaba hasta el ascensor del edificio pero conforme crecía y su cuerpo se hacía más pesado llegaban los dolores de espalda para los padres. En una ocasión, estuve presente cuando la madre casi se cae al suelo con el niño debido al peso y al mal estado de sus rodillas que antes, sanas, podían pegarse carreras. Ese día los invité a tomar una copa en casa y, mientras mi hijo jugaba con el suyo, les puse una copa de whisky con dos hielos. Lo recuerdo perfectamente porque dos días antes había sido mi cumpleaños y un colega me había regalado estos vasos de whisky de Giona porque le había comentado que todos los viernes, cuando salía de trabajar, me tomaba mi copa semanal junto a mi marido en el salón de casa.
Les dije lo que pensaba: necesitaban una rampa o un mecanismo que les ayudara a subir al pequeño hasta el ascensor y lo necesitaban ya, pero sabía que era una tarea imposible teniendo en cuenta cómo son nuestros vecinos: si no es en su propio beneficio no mueven un dedo. Así que les propuse mover cielo y tierra hasta que alguien nos hiciera caso y nos ayudaran a conseguir lo que necesitábamos. Así lo hicimos, y tras dos años de mucho caminar, de presentar escritos y llamar a la prensa, una empresa se ofreció a subvencionar la construcción de la rampa que el niño necesitaba. Sin embargo, nuestros vecinos siguieron poniendo las cosas difíciles porque a pesar de que no tenían que pagar nada, se negaron a firmar para poder instalar la rampa en base a que eso afeaba la entrada del edificio y en base a que había una entrada desde el garaje que el niño sí podía utilizar.
En otras palabras, que si el pequeño quería subir sólo sin que nadie le subiera a coscoletas ese tramo de escaleras debía abrir el garaje desde la calle y bajar por la rampa de vehículos hasta el interior del edificio donde sí hay un acceso directo al ascensor… increíble.
Ojo por ojo
El día 9, el Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad (Cermi) ha pedido que las comunidades de propietarios paguen la supresión de las barreras arquitectónicas. Lo que plantea el Cermi es una reforma normativa al Ministerio de Fomento que aboga por reforzar la obligatoriedad de que las comunidades de propietarios afronten el coste de los ajustes razonables que son aquellas reformas que no superen la suma de 12 cuotas mensuales de cada propietario, excluyendo las ayudas a las que se tenga derecho.
Y ¿Sabéis qué? Yo me alegro. Obviamente no por mí, porque si eso sale adelante tendré que pagar de mi bolsillo una derrama, pero sí por esa familia y por ver al resto de vecinos cabreados ya que tendrán que pagar lo que antes se les daba gratis pero no quisieron coger por egoísmo.