Desarrollo personal para dar lo mejor de ti a los demás.

Parece haber una contradicción entre el crecimiento personal y la vida en comunidad. Entre mirar al interior y proyectarse al exterior. Esta es una falsa dicotomía. Vivimos en sociedad, pero no podemos ayudar a los demás, sino que nos ayudamos a nosotros mismos.

El crecimiento personal es un camino de superación individual que consiste en ir alcanzando nuestros sueños y anhelos para lograr la felicidad, o al menos, sentirnos más satisfechos con nosotros mismos.

Hay mucha gente que vive sin vivir. Se levanta cada mañana, desayuna, se va al trabajo, regresa a casa, descansa y se vuelve a levantar al día siguiente para volver a trabajar. Los fines de semana, que no trabaja, queda con los amigos para tomar unas copas. Cuando tiene unos días libres, planifica un viaje para escapar de la rutina, y luego regresa a ella. Su vida se ha convertido en una sucesión de días. Un día es parecido al día anterior. Lo mejor que le puede pasar es que tenga un día diferente.

Siempre no fue así. Hubo otra época de su vida en la que tenía anhelos, proyectos, metas personales. Algunas de ellas tenían una proyección social. Ayudaría a que la vida de los demás fuera mejor. Sin embargo, terminamos cerrando esa ventana y nos metimos en una rueda de hámster.

Dice Vanesa Ruiz, coach personal en Life Transition que “cada uno trae a esta vida una parte de lo que necesitamos transformar en la humanidad, por eso es tan necesario el coraje cuando necesitamos transformarnos.”

Hemos alcanzado cierta seguridad. Tenemos nuestras necesidades básicas cubiertas, y fondos para poder darnos algún que otro capricho de vez en cuando. Pero hemos perdido la ilusión por el camino. Y sin ilusión, hay existencia, pero no hay vida.

La frustración es la base de la infidelidad.

Dice el psicólogo Tomás Navarro, colaborador de la revista Telva, que cuando nuestras expectativas se cumplen, todo va bien. Cuando se truncan aparece la frustración.

Las expectativas son los deseos que rigen nuestro pensamiento y guían nuestras acciones, sin embargo, muchas veces no coinciden con la realidad. Algo que no controlamos.

Sucede cuando planificamos unas vacaciones. Nos imaginamos tirados en la arena, al lado del mar, disfrutando de la brisa, relajándonos. Cuando llegamos a la playa vemos que está abarrotada de gente, con un calor abrasador y nos pican los mosquitos. Nuestro deseo no ha coincidido con la realidad.

Dice Tomás Navarro, que quizás lo que tenemos que hacer es cambiar el paradigma. Dejar de pensar en términos de posibilidades para hacerlo en términos de probabilidades. ¿Qué probabilidades tenemos de encontrar una playa para nosotros solos en agosto? Más bien pocas.

La otra vía es estudiar la realidad, conocerla e incidir en ella. Es cierto que la realidad son una serie de variables dadas, que muchas de ellas no dependen de nuestra voluntad. Pero se pueden transformar. Si no es meternos en la concepción de la rueda del hámster, otra vez.

Por supuesto que podemos encontrar una playa tranquila en agosto. Nos costará desplazarnos más lejos, esto implicará una mayor inversión de dinero. Tendremos que trabajar más y ahorrar el dinero para poder pagarlo.

La recompensa requerirá un esfuerzo, tendremos que hacer sacrificios para alcanzarla, pero no sabrá mejor cuando la logremos. Las cosas que se consiguen con esfuerzo son más satisfactorias y se valoran más.

Esto que lo vemos en algo tan sencillo como unas vacaciones, se puede aplicar a cualquier ámbito de la vida. Piensa en un médico. Es una de las carreras universitarias más duras que existen. El futuro médico se tira estudiando en torno a 8 o 9 años de su vida. Muchas mañanas, al levantarse, se plantea abandonar. Está haciendo muchos sacrificios. Le quedan asignaturas colgadas de un año a otro. Muchos fines de semana tiene que quedarse a estudiar mientras sus amigos se van de marcha. Se pone a hacer prácticas y va perdido en el hospital. Piensa que lo que ha estudiado y la medicina real son muy diferentes y no sabe si servirá para ello. Pero continúa.

Al final todo su esfuerzo se ve recompensado. Ayuda a los demás y alcanza un nivel de vida que nunca imaginó cuando estudiaba la carrera. Toda la lucha que ha llevado a delante ha valido la pena.

La transición personal.

La vida es una sucesión de etapas. Lo vemos a nivel biológico. Nacemos, somos unos bebés, luego nos convertimos en niños, más tarde en adolescentes, nos hacemos adultos y envejecemos. Las etapas también se dan a nivel personal. Sin embargo, no sé por qué, nos dan miedo.

Pasa en algo tan habitual como un divorcio. Nuestra relación de pareja ya no funciona, no nos sentimos a gusto. Se perdió la magia y la complicidad que había en un principio. En lugar de madurar y desarrollarse la relación en otra dirección, se ha muerto. Tu pareja y tú, convivís por inercia, pero en realidad ya no sabéis ni de qué hablar cuando os quedáis a solas. Nos separamos y nos sentimos desdichados. Como si nuestra vida no tuviera sentido. Cuando en realidad no éramos felices. En lugar de recibir la nueva etapa que se abre en nuestra vida, nos bloqueamos inexplicablemente.

Tal vez sea por miedo al fracaso. Por temor a salir de nuestra zona de confort. Pero lo cierto es que los cambios son algo natural y, en ocasiones, necesarios.

Estas son las tres etapas de transición en los cambios personales:

  1. Divergencia. Hay determinados aspectos de tu vida que ya no tienen sentido. Puede que te molesten. Debes aprender a identificarlos y descubrir cómo te puedes desprender de ellos. Es una fase de toma de conciencia. Te das cuenta de que existe un problema en tu vida que necesitas solucionar para poder evolucionar. Esta fase te aporta claridad sobre aquellos pensamientos, hábitos y comportamientos que quieres dejar atrás.
  2. Emergencia. Sabes lo que no quieres, pero te encuentras de repente en una especie de limbo donde no tienes claro hacia dónde ir. Te autopresionas, te exiges. Buscas un nuevo rumbo. No hay que impacientarse. Ya aparecerá. Es el momento de experimentar. De probar cosas nuevas que no te atrevías a hacer en otras circunstancias. Se abre ante ti un espacio creativo propenso a innovar.
  3. Convergencia. Llega un momento en el que en ese proceso de experimentación se abre ante ti un nuevo camino. Puede ser que lo hayas elegido conscientemente o que se te haya presentado de forma inesperada, pero las perspectivas que te ofrecen te parecen enriquecedoras. Es el momento de empezar a caminarlo. No va a ser sencillo. Habrá ideas que te bloqueen. La inercia a volver al pasado. Vale la pena continuar, se está abriendo ante ti una nueva etapa.

El hombre es un ser social por naturaleza.

Este es el meollo de la cuestión. Vivimos en una sociedad, formamos parte de ella. Toda esta transformación personal de la que hemos hablado no se puede concebir fuera del entorno en el que vivimos.

Como nos recuerda la web Cultura Genial, Aristóteles ya dijo en el siglo III antes de Cristo que el hombre es un ser social por naturaleza. Necesitamos de los demás para poder vivir. El hombre tiene dos dimensiones, una individual, y otra social. La sociedad es anterior al individuo y es el aspecto principal.

Esta misma tesis filosófica es uno de los puntos de partida sobre los que se desarrolla el marxismo. La teoría filosófica y política que se planteó cambiar el mundo de base a finales del siglo XIX y que ha inspirado revoluciones a lo largo de todo el siglo XX.

Este aspecto social indica que hay cosas que no dependen de nosotros. No elegimos en qué país nacemos, ni en qué época histórica, ni en qué familia. Son unas condiciones materiales dadas. Podemos estar hablando de crecimiento personal porque vivimos en un país de Europa, con unas condiciones económicas determinadas. Si viviéramos en un país del tercer mundo, nuestra principal preocupación sería la subsistencia.

Que haya variables que no dependen de nosotros no significa que no se puedan cambiar. Todos nuestros actos tienen una repercusión social. O refuerzan el orden establecido o lo cuestionan y lo cambian. Él individuo sí decide.

Si una pareja de gais o lesbianas deciden tener un hijo, están asentando otro tipo de familia. Una familia diferente al tipo de familia socialmente establecida. Puede que lo hagan para reforzar su vínculo de pareja, pero en los hechos están abriendo un camino y creando un precedente, que otras personas que piensan como ellos pueden seguir.

Si un profesional estresado con la vida que lleva en la ciudad, decide dejarlo todo, marcharse al campo, cultivar un huerto y con ello es feliz, está demostrando a otras personas que pasan por la misma situación que él, que se puede cambiar de vida y dejar atrás el estrés. No significa que los demás hagan lo mismo que él, pero demuestra que los cambios de vida son posibles.

Estos pequeños cambios van transformando la sociedad poco a poco. Construyen una sociedad más libre, más diversa y formada por hombres que luchan por alcanzar la felicidad.

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