La mayoría de las veces en las que alguien se empeña en darte su opinión sin habérsela pedido suele hablar sin saber. Todos somos muy valientes para opinar de los demás sin saber qué tipo de circunstancias tienen a sus espaldas, pero luego pretendemos que el resto se meta en sus asuntos y dejen los nuestros para nuestra privacidad. Hipocresía.
Hace unos meses mi abuela se vino a vivir a casa con nosotros porque había sufrido un pequeño derrame cerebral, y digo pequeño porque a pesar de que tiene secuelas, son mínimas. Le cuesta caminar, pero camina, tiene dificultades para asearse ella sola, pero lo hace, y lo más importante es que no ha perdido ninguna capacidad cognitiva. Hemos tenido suerte, la verdad. Sin embargo, todos trabajamos en casa y no hay nadie que pueda quedarse con ella las 24horas del día, ni siquiera intentando organizarnos para hacer turnos nos salen las cuentas porque hay varias horas en las que absolutamente todos estamos en horario de trabajo. Fue por eso por lo que llamamos a una empresa de cuidado de personas mayores en Madrid.
Hay muchísimas empresas que se dedican a dar este servicio y os puedo asegurar que, a pesar de que en las noticias solo salen siempre los ejemplos más horribles de ellas, la mayoría ofrece un trabajo profesional sobresaliente. Al menos ese ha sido nuestro caso, mi abuela está encantada con su cuidadora y la chica no se limita solo a darle los cuidados básicos sino que la trata con mucho cariño y respeto, se nota que le gusta su trabajo. El problema es que la atención personalizada no es barata, al contrario, y aunque busques una empresa con una buena relación calidad-precio como nosotros, la cuenta al final lo nota.
El caso es que hace unos meses, casi un año ya, mi abuela acudió a los especialistas en participaciones preferentes de Durán & Durán con el fin de intentar recuperar el dinero que perdió hace años con este tema y, hace unos días, por fin se movió la cosa. Los hermanos de mi padre vinieron a casa para hablar sobre el tema y aunque los dos pequeños estuvieron de acuerdo con lo que les propusimos, el mayor se enfadó mucho y levantó la voz lo suficiente como para que los vecinos oyeran parte de la conversación.
Cómprate una vida
Como estamos bastante ahogados con el dinero y la abuela vive en nuestra casa porque mis tíos no tienen espacio en sus casas, comentamos la posibilidad de hacer una cuenta a nombre de mi abuela con el dinero que pudiera recuperar de las participaciones preferentes siendo mi padre cotitular de la misma. De este modo, sacaríamos el dinero que nos fuera necesario para pagar el cuidado a domicilio que ella necesita, sin ir nosotros con el agua al cuello porque son su pensión, no llega.
Los hermanos menores de mi padre aceptaron enseguida porque saben que nunca les hemos pedido nada y que mi abuela es totalmente consciente, por lo que puede decidir por sí misma si le parece bien utilizar ese dinero en este servicio, pero a mi tío mayor no le pareció nada bien lo propuesto y se sintió ultrajado de alguna manera, así que se puso nervioso y levantó la voz demasiado.
Días después empezamos a notar que algunos vecinos nos miraban de manera extraña e incluso una vecina, que jamás se había acercado a nosotros, nos paró en el portal cuando íbamos con mi abuela en la silla de ruedas (habíamos salido a pasear) y se agachó a darle dos besos con cara de pena, lo cual nos dejó boquiabiertos. Al final, una chica con la que mi madre tiene mucha confianza, le confesó que la propietaria del piso superior va diciendo que queremos quedarnos con el dinero de mi abuela y que por eso el hermano de mi padre estaba tan enfadado.
Nos sentimos fatal… nos estaban tachando de ladrones o de lo que es aún peor: de querer aprovecharnos de una persona mayor que, encima, es mi abuela. No me lo podía creer, el dinero no es para nosotros sino para pagar los servicios que ella necesitaba y, además, con el consentimiento de mi abuela. De hecho, se lo contamos a mis tíos solo por deferencia ya que no necesitamos su permiso para nada teniendo el de mi abuela, que es la única propietaria de ese dinero. Pero claro, es muy bonito opinar, contar, rumorear y hablar de los demás sin tener derecho y sin conocer verdaderamente todos los datos.
Ahora no puedo caminar cómodamente por la urbanización. No sé qué voy a hacer este verano cuando empiece la época de la piscina porque, ahora mismo, no quiero pasar demasiado tiempo en las zonas comunes. Rumorear puede hacer mucho daño y aunque vecinos curiosos tenemos todos, lo de esta mujer ha pasado de castaño oscuro.
Pensad las cosas dos veces antes hablar de los demás.