Hay momentos en los que es mejor rendirse antes que seguir adelante y sé que suena muy mal pero en mi caso, por salud, he preferido tirar la toalla con mi vecina y largarme de la comunidad inmediatamente. Ya me he puesto en contacto con fresnoinmobiliaria.com, la inmobiliaria que me han recomendado ya varias personas porque se ciñen muy bien a lo que busca el cliente y al presupuesto sin intentar abarcar más ye so es lo que yo necesito para conseguir algo rápido y salir de aquí cuanto antes.
Todo comenzó cuando mi vecina de toda la vida, que vivía en el piso que hay encima del mío, se mudó de casa buscando una vivienda con ascensor, ya que nuestro edificio carece de uno y la mujer estaba empezando a tener problemas con las piernas. Como, gracias a Dios, no tenían problemas financieros y no les urgía vender su piso antiguo, decidieron dejárselo a su hijo para que comenzara su independencia. El joven tiene ahora 27 años y trabaja en un taller de motos cerca de casa, así que hasta ahí todo bastante lógico y normal.
Los problemas empezaron cuando el chaval empezó a poner la música a todo trapo a todas horas. Si un día libraba en el taller, ponía la música a toda castaña a las 12 del mediodía, a las cuatro de la tarde, a las diez de la noche e incluso a altas horas de la madrugada. Por la amistad que me unió con su madre y porque yo tiendo a ser muy civilizada, lo primero que hice fue intentar hablar con el chico pero lo que le entraba por un oído le salía por el otro así que acudí a su madre que me aseguró que hablaría con él pero la situación no varió en nada.
La gota que colmó el vaso fue una noche, un sábado de verano, que mis nietas se quedaron a dormir en casa porque sus padres salieron solos. Serían las 22:30 más o menos, cuando empezaron a escucharse sonidos extraños. Mis nietas, metidas ya en la cama, estaban en la habitación pequeña viendo una película de dibujos porque como era sábado les había dado permiso para irse a dormir más tarde y al escuchar aquello salieron a buscarme inmediatamente. Desde fuera de la habitación se escuchaba algo pero fue entrar a la habitación donde estaban ellas y lo vi todo claro. El joven estaba teniendo sexo con una chica un poco escandalosa que, lejos de la discreción que esto requiere, estaba dando alaridos (literalmente) con las ventanas abiertas de par en par debido al calor del pleno agosto.
Mi marido, muy educado, subió y llamó a la puerta para explicar la situación, algo cortado por la vergüenza pero era necesario. Le abrió el chaval envuelto en una sábana y según mi marido estaba colocadísimo: tenía los ojos rojos, una risa nerviosa muy rara y la joven estaba muerta de la risa en la habitación, pero no una risa normal, parecía una loca.
Según mi marido fue imposible hablar con él porque estaba hasta las cejas y sólo reía y decía tonterías así que en cuanto llegó a casa comenzaron de nuevo los gritos, los jadeos e incluso los insultos obscenos que empezaron a gritar a los cuatro vientos. Cogí a las niñas y me las llevé al salón e instalamos un pequeño camping por esa noche. Para ellas fue un juego pero no para mí.
Buscamos Soluciones
Tras aquello llamamos a una medianera, una empresa que se dedica a mediar entre disputas vecinales pero fue imposible y por mucho que yo recurriera a la madre el joven seguía haciendo lo que le daba la gana hasta el punto de tener que aguantar sus insultos, y los de sus amigos por la calle.
Denunciamos, pero como ya se sabe: las cosas de palacio van despacio y ni yo ni mi marido estamos ya como para aguantar estas cosas así que tras mucho pelear y tras vivir en la misma casa durante más de 40 años hemos decidido mudarnos y no me arrepiento, lo único que siento es que haya tenido que ser así, de mala manera… y me dan pena los que vayan a vivir a mi piso cuando lo venda pero yo tengo que mirar para adelante.