La cifra de construcciones que han registrado el certificado energético en Barcelona es inferior a la esperada y esto es culpa de las bajas ventas de pisos.
El certificado energético tiene como finalidad valorar en una escala la eficiencia energética de cada vivienda, es decir, el equilibrio entre el gasto energético y su efectividad real. Se trata de beneficiar a inquilinos y compradores ampliando su información sobre la realidad que se encontrarán si deciden adquirir o alquilar dicha construcción. Esta escala va de la letra A a la letra G englobando unos valores progresivos, siendo los de la A los valores más bajos de consumo.
Por ejemplo, si estamos viviendo en un régimen de alquiler en el que nuestras facturas muestren un elevado consumo, estaremos más cerca de la G que de la A en la clasificación. Pero, sin duda, esta información debe venir prestada por el propietario del inmueble que se está alquilando. Esta valoración del certificado energético incluirá el gasto en la calefacción, la refrigeración, el agua caliente… Toda aquella energía eléctrica que se emplee ha de estar incluida en el cálculo de este certificado.
Esta clasificación permite categorizar una vivienda como se hace con grandes y pequeños electrodomésticos y, así, permitir al consumidor la selección del inmueble que más se ajuste a sus necesidades energéticas. Lleva vigente desde el uno de junio y parece que todavía no se ha adoptado de forma generalizada. De hecho, los certificados energéticos en Barcelona o en Madrid todavía no alcanzan valores realmente representativos. Este comportamiento de los arrendatarios y propietarios puede salirles caro, concretamente con multas de entre 300 y 6.000 euros. Es aconsejable ponerse en contacto con algún arquitecto, aparejador o ingeniero para solventar este problema y evitar posibles sanciones.