Cuando alguien se decide a comprar un inmueble, como segunda residencia o para trasladarse a vivir junto al mar, busca un lugar tranquilo, bonito y especial. Las inmediaciones del parque nacional de Doñana, al suroeste de la provincia de Huelva, reúne esos requisitos. Uno de los parajes más singulares de la geografía española.
Doñana tiene una identidad propia. Una belleza natural que no se encuentra en ninguna otra parte de Europa. Un espacio de más de 122.000 hectáreas en las que se combinan playas, acantilados, cotos, marismas y dunas, próxima a la desembocadura del río Guadalquivir. Su peculiar formación se debe a su enclave estratégico, situada entre dos continentes: África y Europa y a estar bañada por el océano Atlántico, una esquina continental donde golpean con fuerza la bravura de las olas y los vientos que transitan libremente por el océano. En mitad de un paraje de naturaleza salvaje se levantan tímidamente enclaves de la vida humana, como la aldea donde está situada la ermita del Rocío o la playa de Matalascañas. Como si el hombre pidiera permiso a las dunas para estar ahí.
Perfectamente comunicada por carretera y con facilidades para poder visitarla, estos son algunos de los atractivos que ofrece la zona:
Paraje natural.
El parque nacional de Doñana es un laberinto de tierra y agua que se va precipitando desde el interior hacia el mar. Protegido como parque nacional en 1969, como parque natural en 1989 y declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1994.
En él se reúnen diferentes ecosistemas, como las marismas, una confluencia de lagunas y arroyos, unas de agua salada y otro de agua dulce, con una flora autóctona adaptada a las condiciones del terreno. Las marismas son lugar de parada y cría para más de 200 especies de aves migratorias que emigran entre África y Europa con el cambio de estación.
Las arenas estabilizadas o cotos cubren la mayor parte de la tierra seca. Son antiguas dunas de arena fosilizadas recubiertas de matorral y arbustos. Pobladas por alcornoques y pinos piñoneros. Al norte del parque encontramos encinares sobre terrenos de tierra arcillosa.
Uno de los fenómenos más característicos es el parque dunar, pegado a la costa. Dunas de arena que van avanzando en lento movimiento, soterrando la poca vegetación que consigue crecer en un ambiente tan agreste. En normal encontrar sobre los montículos de arena pinos esparcidos que crecen hasta las inmediaciones de la playa.
El parque es el lugar de cría del lince ibérico. Una especie felina autóctona de la península ibérica en peligro de extinción. Los biólogos están intentando salvar los pocos especímenes que quedan, así como los de acebuche, un pequeño pájaro de cabeza negra y cola azul propio del entorno de Doñana. En las marismas encontramos también los rebaños salvajes de caballos marismeños y de caballos de retuerta, la especie equina más antigua de Europa.
La mayor parte del parque fue propiedad del duque de Medina Sidonia durante siglos, manteniéndolo como un coto privado de caza y lugar de reunión en sus palacetes para la flor y nata de la aristocracia española. Debe su nombre a Doña Ana de Silva y Mendoza, esposa del VII duque de Medina Sidonia. Allí se alojó en 1797 Francisco de Goya, invitado por la duquesa de Alba, donde pintó el famoso retrato de la duquesa con toquilla negra; y según cuentan, la maja vestida y la maja desnuda.
En 1900, Guillermo de Garvey, emparentado con la nobleza, compró al duque el coto de caza cuando estaba en un notable estado de abandono. Su gestión y la de posteriores propietarios, como el duque de Taifa, ingeniero de caminos y puertos, le dieron al parque el estado de esplendor del que goza en la actualidad. Por la riqueza de su fauna y flora, el Estado español empieza a interesarse en su conservación a partir de los años 50, manteniéndose durante años una gestión mixta compartida entre manos públicas y privadas.
Valor cultural.
En la aldea, una pedanía de Almonte, en un rincón de Doñana, está ubicada la ermita del Rocío, donde se celebra cada año el primer domingo de Pentecostés una de las romerías más multitudinarias y antiguas de España, la Romería del Rocío. Miles de peregrinos atraviesan las marismas a pie, en carretas o a caballo, vestidos con trajes flamencos, para concentrarse en las calles sin asfaltar de la aldea. En su camino cantan canciones corales y bailan sevillanas rocieras. La noche del domingo al lunes, los devotos asaltan la verja que protege la imagen de la virgen y la llevan a hombros ante los gritos de alabanza de los fieles. Más de un millón de personas se suelen concentrar en la romería durante tres días, llegando desde distintas partes de España y del mundo. El peregrinaje se efectúa por 4 caminos establecidos: La ruta de Almonte, la de Sanlúcar, la ruta sevillana y la del camino de Moguer.
125 hermandades rocieras preparan durante todo el año la peregrinación, en una manifestación religiosa y cultural llena de color, alegría y sentimiento.
La zona de Doñana ha vivido manifestaciones religiosas desde antes de la cristiandad. Tenía que ver con las adoraciones de los pueblos primitivos a la naturaleza y a las aguas, algo que los romanos supieron dirigir hacia el culto a la diosa Cibeles y los primeros cristianos adaptaron a sus rituales. Se levantó en la zona una basílica paleocristiana, en la actualidad en ruinas, anterior a la llegada de los árabes.
Cuenta la leyenda, que en el siglo XVI, un pastor vio salir la imagen de la virgen del tronco de un árbol, en el interior de Doñana, el milagro dio origen a la peregrinación. En 1587 se levantó la primera ermita. En 1640 se funda la hermandad rociera de Almonte, la más antigua que existe, y en 1677 la de Sanlúcar de Barrameda. Curiosamente, es durante la segunda república y los primeros años de la transición democrática los periodos en los que más hermandades se crean. Entre 1977 y 1982 se organizan la cuarta parte de las hermandades que existen en la actualidad. La romería se asoció, en ese momento, con reivindicar las señas de identidad del pueblo andaluz. En las últimas décadas del siglo XX la organización rociera se extiende por el resto de España, tiene que ver con la emigración andaluza por el territorio nacional y por el atractivo que despierta esta manifestación cultural. Aparte de la romería, el turista puede visitar la aldea del Rocío y pasar una agradable jornada cualquier día del año.
Almonte. El pueblo de Doñana.
Una parte importante del parque nacional de Doñana está incluida en el término municipal de Almonte. Con una extensión de 859,21 kilómetros cuadrados es el municipio más extenso de la provincia. Aunque está en el interior, tiene 50 kilómetros ininterrumpidos de costa, con algunas playas semi-vírgenes a las que se accede con vehículo. Además de tener la pedanía de La Aldea, posé la playa de Matalascañas, una urbanización con entidad propia y vida durante todo el año. Es el núcleo habitado más próximo al parque nacional, rodeado por las características dunas.
Matalascañas tiene una población estable de 2450 habitantes. En verano suele albergar 150.000 personas más. Dispone de un centro de salud de atención primaria, centros educativos, áreas comerciales y una variada oferta de ocio. Dispone de comunicación estable con varias ciudades importantes andaluzas y está a tan solo una hora de coche de Sevilla. Según nos comenta Inmodoñana, una agencia inmobiliaria que opera en la zona, en Matalascañas encontraremos bonitas y confortables urbanizaciones, muy cerca de la playa y de la naturaleza.
Almonte está declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO, debido a la riqueza natural y arqueológica que alberga. Existen ruinas que se remontan desde la edad de bronce hasta la actualidad. Tienen restos arqueológicos de un asentamiento tarteso en una extensión de 40 hectáreas, donde destaca un horno de 3 metros de altura junto al arroyo de San Bartolomé. Enterrada a 6 metros bajo una duna, los arqueólogos descubrieron una fábrica, la factoría de Garúm, que conservaba pescado en salazón, almacenado en ánforas y que funcionaba en el siglo II antes de Cristo. También destacan sus torres de vigía a lo largo de la costa, mandadas construir por Felipe II para proteger a la población del ataque de los piratas berberiscos. La más famosa de ellas, la Torre de la Higuera, está en el mar, a pocos metros de la arena, en la playa de Matalascañas.
La ciudad tiene una intensa agenda cultural y festiva, además de la romería del Rocío, podemos destacar el Rocío Chico, que se celebra el 19 de agosto, y en el que se conmemora el traslado de la virgen del Rocío a Almonte durante la guerra de la independencia ante una posible ofensiva del ejército francés; la sacá de las yeguas, que se lleva celebrando desde hace 510 años a finales de junio, y en la que los ganaderos recogen los caballos semisalvajes de las marismas, los pasean por el pueblo y los conducen al recinto ganadero al norte de la ciudad.