No hay nada peor en una comunidad de vecinos que tener a la típica pareja que se lleva  a matar y que además no tienen el más mínimo respeto por nadie porque no sólo ellos sufrirán las consecuencias de sus actos, o sus hijos, sino también todo el vecindario. A todas esas personas que ya no aguanten más tiempo al lado de sus actuales parejas les pido, por el bien común, que se divorcien. Hay abogados buenos y baratos como ferrernavarroabogados.com que te saca el divorcio por 250 euros, todo incluido, así que dejémonos de tonterías y de miedos y pongamos solución a las cosas.

Cada cual habla, como en todo, desde su punto de vista o desde su experiencia y en la mía he de decir que he llegado a bajar a casa de mi vecina, llamar a la puerta, recoger a su hija de 3 años y subírmela a mi casa hasta que dejaran de discutir porque si para mí era insoportable escucharlos lo que tenía que estar sufriendo la niña no era medible.

Eso pasó una noche de viernes, me acuerdo perfectamente porque me acababa de hacer un esguince en la pierna y me había quedado en casa porque estaba agotada de caminar con muletas por toda la ciudad. Empecé a escuchar los gritos, como siempre. Insultos, lloros, golpes a los muebles… de todo. Pero no puedo decir que uno fuera peor que el otro porque se escuchaba a ambos gritar. Simplemente no se soportaban más.

Los niños, quienes más sufren

La discusión aumentaba y podía escuchar cada una de las palabras que decían mientras la niña, una cría adorable de apenas 3 años, lloraba y berreaba asustada por tanto grito. Aguanté más de 15 minutos escuchándolos y ya no pude más. Cogí la muleta, me metí en el ascensor, baje un piso más abajo y llamé al timbre. Me abrió ella, la chica, con la cara envuelta en lágrimas y se disculpó por el ruido (se ve que alguien les había llamado la atención otras veces o no sé) pero yo sólo le hice una pregunta: ¿te importa si me subo a  Anita (la niña) a ver un rato los dibujos conmigo?

Su madre me miró extrañada por un instante y luego, comprendiendo, asintió con la cabeza. Me fui hacia el parque, donde estaba la niña, y la cogí en brazos como pude, porque con muleta incluida aquello era una odisea, y miré al marido que estaba sentado en el sofá. “Papá, me voy con la vecina a ver los dibus”, dije yo haciendo la gracia, y con las mismas salí por la puerta y le dije a la mujer que subieran a por la niña cuando quisieran.

No escuché más gritos, ni uno sólo. Creo que les avergoncé. Media hora después subió la madre a por la niña, que se había quedado dormida conmigo en el sofá… estaba agotada de tanto llorar. Se volvió a disculpar, me dio las gracias y se fue.

Poco después de aquello supe que se habían divorciado y que ella se había ido a vivir con su madre y la niña mientras que él se había quedado en el edificio.

No creo que él fuera el malo, ni ella, sólo creo que no se soportaban y no se daban cuenta del espectáculo que daban pero nosotros, los vecinos, tuvimos que aguantar sus peleas durante meses, muchos meses, y encima tuvimos suerte porque hay otros que jamás consiguen librarse de este tipo de parejas.

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