Todos sabemos que la natalidad existente en los países desarrollados cada año que pasa es menor que el anterior. La natalidad está cambiando y ese ritmo puede que llegue a afectarnos en el largo plazo. Los datos cada vez son más malos y tenemos que remontarnos a la dura posguerra en 1941 para encontrar números peores. El estado debería poder poner un freno a este asunto, pues al final las políticas en tema como la paternidad y maternidad parece que no dan esos resultados que serían tan deseables.